Un beneficio compartido

Europa Press
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Donar sangre es un acto generoso que salva vidas y, además, aporta cambios genéticos positivos para quienes lo hacen habitualmente

Un beneficio compartido

Durante años ha imperado la creencia de que la donación de sangre era un acto meramente altruista que salva vidas. Tal y como recuerda cada 14 de junio el Día Mundial del Donante de Sangre. Pero, además de la satisfacción de ayudar a los demás, la investigación ha demostrado que este gesto puede tener efectos muy positivos para quien lo hace de forma frecuente. Un inesperado y reciente hallazgo sugiere que puede mejorar la salud de las células sanguíneas.

Esta conclusión se desprende del trabajo llevado a cabo por investigadores del Instituto Francis Crick, en el Reino Unido, que han identificado cambios genéticos en células madre sanguíneas de donantes habituales que favorecen la producción de otras nuevas no cancerosas. Comprender las diferencias en las mutaciones que se acumulan en las células madre sanguíneas a medida que se envejece resulta fundamental para entender cómo y por qué se desarrollan los cánceres de sangre y, con suerte, cómo intervenir antes de la aparición de síntomas clínicos.

Y es que conforme avanza la edad, las células madre de la médula ósea acumulan mutaciones de forma natural y, con ello, se observa la aparición de clones, que son grupos que tienen una composición genética ligeramente diferente. A veces, determinados clones pueden dar lugar a cánceres de la sangre como la leucemia.

Cuando las personas donan sangre, las células madre de la médula ósea producen nuevas células sanguíneas para reemplazar la sangre perdida y este estrés impulsa la selección de determinados clones.

En la investigación, publicada recientemente en la revista Blood, el equipo del Crick, en colaboración con científicos del DFKZ de Heidelberg (Alemania) y del Centro de Donación de Sangre de la Cruz Roja alemana, analizó muestras tomadas a más de 200 donantes frecuentes, personas que lo habían hecho, al menos tres veces al año durante 40 años, más de 120 veces- y donantes de control esporádicos que acumulaban menos de cinco veces en total.

Las muestras de ambos grupos mostraron un nivel similar de diversidad clonal, pero la composición de las poblaciones de células sanguíneas era diferente. Por ejemplo, ambos grupos contenían clones con cambios en un gen llamado DNMT3A, que se sabe que está mutado en personas que desarrollan leucemia. Curiosamente, los cambios en este gen observados en los donantes frecuentes no se encontraban en las zonas conocidas como preleucémicas.

Para entenderlo mejor, los investigadores editaron este gen en células madre humanas en el laboratorio. Indujeron los cambios asociados a la leucemia y también los cambios no preleucémicos observados en el grupo de donantes frecuentes.

Las células con las mutaciones comúnmente observadas en donantes frecuentes respondieron y crecieron en el entorno que contenía EPO y no crecieron en el entorno inflamatorio, al contrario de lo que se observó en las células con mutaciones conocidas como preleucémicas. Esto sugiere que las mutaciones observadas en los donantes frecuentes responden principalmente a la pérdida fisiológica de sangre asociada a la donación.

Por último, el equipo trasplantó las células madre humanas portadoras de los dos tipos de mutaciones a ratones. A algunos de estos ratones se les extrajo sangre y luego se les administraron inyecciones de EPO para imitar el estrés asociado a la donación de sangre.

Las células con las mutaciones del donante frecuente crecieron con normalidad en condiciones de control y fomentaron la producción de glóbulos rojos en situaciones de estrés, sin que las células se volvieran cancerosas. En cambio, las mutaciones preleucémicas provocaron un aumento pronunciado de glóbulos blancos tanto en condiciones de control como de estrés.

Selección 'inteligente'

Los investigadores creen que la donación regular de sangre es un tipo de actividad que selecciona las mutaciones que permiten a las células responder bien a la pérdida de sangre, pero no selecciona las mutaciones preleucémicas asociadas al cáncer de sangre.

Dominique Bonnet, autora principal del estudio, resaltó que este trabajo «es un ejemplo fascinante de cómo interactúan nuestros genes con el medio ambiente y a medida que envejecemos».

Según explicó, las «actividades que someten a la producción de células sanguíneas a bajos niveles de estrés permiten que nuestras células madre sanguíneas se renueven», algo que creen que favorece las mutaciones que promueven aún más el crecimiento de las células madre en lugar de la enfermedad.

«El tamaño de nuestra muestra es bastante modesto, por lo que no podemos afirmar que la donación de sangre disminuya definitivamente la incidencia de mutaciones preleucémicas», admite Bonnet, que apunta que será preciso llevar a cabo un análisis «en un número muy superior de personas» antes de obtener conclusiones definitivas. 

Sin embargo, la investigadora remarca que se trata de un hallazgo «fascinante» que abre la puerta a averiguar si estos distintos tipos de mutaciones influyen o no en el desarrollo de la leucemia y si se pueden tratar terapéuticamente.